Por: Javier Enrique Dorado Medina.
ABeCe Noticias
Ese día, viernes 29 de mayo del 2020, era un día muy nublado, muy frío, diferente a los demás días quilichagüeños en esta temporada de mitad de año. Antes de salir, aprovechando el pico y cédula, armado de mi agenda personal y de mi tapabocas todo por seguridad, por culpa de la pandemia y del bendito Covid-19, miré en mi celular el dato de la temperatura digital, marcando 20 grados C, junto a las palabras nublado, posible tormenta y lluvia.
Estando dispuesto así, salí tranquilamente a caminar, cuando a la vuelta de la casa, me encontré a un amigo y vecino, también bien resguardado con el consabido tapabocas (sin el cual ya no somos lo seres humanos de antes) y de una vez, después del saludo con los codos (un saludo muy raro, ya sabemos el porqué), sin preámbulos, me comunicó la triste y sorpresiva noticia: “profe, ¿ya supo el fallecimiento del Doctor Hardy Ambuila Rodriguez, nuestro gran amigo y abogado, en esta mañana? Quedé sin palabras, estupefacto, como si de pronto una tremenda bofetada, hubiese golpeado de frente a mi alma. Ya un poco repuesto y vuelto en mí, no quise entrar en detalles, le agradecí su gesto y me despedí rápido, comprendiendo porqué el día estaba muy triste y pesaroso.
Mientras iba caminando, con la tristeza dibujada en mi rostro, al instante recordé la última vez que vi con vida a mi gran amigo y colega Hardy Ambuila, ese día 14 de diciembre de 2018, cuando él en compañía de otros amigos y colegas del informativo “Notas al día”, me hicieron un reconocimiento del “Quiichagüeño de Oro”, junto a otros destacados personajes de la región. Al terminar la ceremonia, fui a saludarlo para agradecerle la mención hecha, junto a su familia. Con su proverbial sonrisa que siempre lo identificó, intercambiamos un sencillo diálogo, de colega a colega, imposible de olvidar.
Junto a ese recuerdo imborrable, mientras caminaba a hacer mis vueltas del día, iba recordando a manera de un bello filme de su pródiga vida, esos momentos más memorables que lo convirtieron en adalid y en figura insigne de la comunidad quilichagueña, como un patrimonio humano de indudable valor, que dejó una huella y una imagen inolvidable. Así por ejemplo, sus aguerridas campañas sociales y culturales para lograr la Casa de la Cultura para la segunda ciudad del Cauca (que ningún político ha apoyado en forma), el Mirador para la Loma de Belén, la plena movilidad para el barrio Alfonso López (su barrio natal), la Piscina Municipal, las adecuaciones de los parques del Barrio Morales Duque y la fuente del Terminal de Transportes, sin olvidar la pronta remodelación de la histórica Casa Consistorial, patrimonio cultural por antonomasia. Fue impulsor y gestor de las tradicionales Fugas y festival gastronómico en diciembre / 19, con sus ideas de conseguir un Guiness Record para ver bailando 6000 parejas en pleno centro de Quilichao, en un auténtico fugómetro.
Con 69 años, nos ha dejado en el camino de la vida un auténtico líder cultural y baluarte quilichagüeño, quien siempre quedará grabado en la historia de la segunda ciudad del Cauca. Su imagen y su trasegar nunca lo olvidaremos.
